sábado, 20 de abril de 2013

Veinte nuevos nudos al corazón

A veces me parece mentira. A veces me parece que no pasó, que nunca existió. Otras veces, que sí, que es verdad, que pasó y que pasa y que seguirá pasando.
A veces parece reciente, otras muy lejano.
En algunas ocasiones me pone mal, en otras no me sale ponerme de ninguna manera.
Siempre me viene a la mente el momento en el que lo supe.
Siempre recuerdo la última vez que te vi.
Nunca puedo asimilarlo del todo, siempre hay una cara nueva por encontrarle.
A veces es rechazo, otras dolor.  Se alterna entre confusión y certeza, entre saber que así es y no terminar de aceptar que sucedió.
Hay días en los que no pienso en ello, o no mucho. Otros, en cambio, me viene una y otra vez a la mente, no puedo sacarlo.

Cuando miro para atrás, ahí estás.
Cuando miro para adelante, ahí estás.
Pero cuando miro a mi lado, no estás. Ni estarás. Es todo mentira, todo una ilusión. No vas a estar porque no estás porque no podés porque es imposible.

Y nada tiene sentido, y a la vez lo tiene completamente.
Si lo pienso, tiene mucho sentido. Si lo siento, no.

A veces me parece que el tiempo terminó el día que nos abrazamos por última vez, después miro el calendario y veo que los días cayeron sobre mí con una ferocidad atroz.

De vez en cuando intento pensarte a propósito. La mayoría de las veces venís a mi mente por tus propios medios.

Quisiera que me visites, y me cuentes un poco de tus cosas. Sé que no lo harás, pero me gustaría. Me ayudaría, también. Igual, mejor no vengas. Que vengas significa que te fuiste en primer lugar.

No sé por qué, pero a veces te extraño más que otras veces. Hay días que me cuesta recordarte, como si hubieses sido un sueño, que no sabés si pasó o lo soñaste. A veces me pasa eso con vos, que no sé si fuiste un sueño o una realidad.

A veces me parece que todo pasó hace mucho tiempo, que es prehistoria. Pero a veces se siente como si fuese ahora.

Hay días que me cuesta recordarte, porque te tuve poco, y no supe aprovecharte, vivirte, aprender de vos.
Hay días que me arrepiento, y otros no puedo evitarlo.

Quisiera que veas, que me veas, que me cuentes qué ves. Pero no lo hacés. Quisiera saber por qué, me enojo, me pongo triste. Y después recuerdo que es porque no sos vos el culpable, es la circunstancia.

Nada puede cambiar lo que aconteció: lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo, lo gracioso, lo triste, lo alegre, lo amargo, lo oscuro, lo tierno, lo importante, lo trivial, lo que nos dijimos, lo que nos hicimos. Lo que vivimos.

En unas horas me estaré yendo y pensaré en que a esa hora vos también te ibas. Pero a otro lugar, lejos de mí, de mis chiquilinadas, de mis gritos, de mis llantos, de mis retos, de mis reclamos. Pero también lejos de mis manos, de mis brazos, de mi cabeza, de mi casa, de mi familia, de mis afectos, de mis sueños, de mis metas, de mis logros, de mis fracasos, de mi vida.

A veces me sonreís desde una foto, pero sé que no es verdad. Pero me encantaría que lo hicieses, nunca fuiste demasiado sonreídor.

Serio, de voz serena pero firme, alto, grande, con ese cejo tendiente a fruncirse y esos dientes que no conocí demasiado. Con sueños más grandes que la realidad, con delirios que ya eran cotidianos, con esperanza de cosas que no sucederían jamás. Con expectativas que no sé si se cumplieron.

Con un corazón más grande que la galaxia, con las manos abiertas para dar, con los sueños a flor de piel, goloso y glotón. Con manos grandes y piernas flacas. Cachetudo y bigotudo. Con cejas despeinadas.

Así eras en mi vida. Así sos en mis recuerdos. ¿Así eras?
Tengo miedo de que te me vayas del todo, de que se me borren tus recuerdos, de que te desaparezcas como desaparecen los perfumes después de un tiempo, lentamente y sin dejar rastro. Tengo miedo de que un día me despierte y no sepa quién está en las fotos. Tengo miedo de olvidarme de todo, y si lo hago temo que dejaras de existir. Porque no estás, pero existís. Existís en mi mente, en mi vida, en mis valores, en mis formas de hablar, de vivir, de soñar, de creer, de sentir, de ser. Existís en mi corazón.

Pero te tuve tan poco que tengo miedo que un día no existas más, que te me esfumes. Quisiera haber podido aprovechar más el tiempo, haber hecho mejor las cosas. Quisiera no tener todas estas lágrimas en la cara y tenerte acá para abrazarte más y llorar menos.Quisiera que veas quién soy hoy, quién quiero ser, qué hago, cómo lo hago, cómo pienso, qué camino sigo, qué decisiones tomo, que siento, cómo vivo.

Quisiera que nunca te hubieses ido, Papá.