Parada ahí, en la inmensidad de esta hermosa ciudad, bajo un cielo revoltoso, en medio del ruido de las miles de vidas transcurriendo a mi alrededor, me sentí infinitamente pequeña y sola. Y se me llenaron los ojos de lágrimas por saber que aunque moriría porque estuvieses ahí conmigo no te lo voy a pedir y nunca lo vas a saber.