No era una mañana particular. Era sólo una triste mañana
gris en un triste pueblo en un triste otoño fuera de estación. No era una
mañana particular, pero era buena para morir.
Usualmente no hay mucha gente en un cementerio, ya sean
visitantes o trabajadores. Esa mañana no era la excepción, pero los animales
estaban inquietos sin razón. El viento soplaba levemente, las hojas de los
árboles se mecían con suavidad. Todo aquel tétrico paisaje se percibía aún más
de esa manera. Las lápidas cubiertas de hiedra, las imponentes bóvedas
silenciosas y las esculturas como testigos mudos de las muertes anónimas, sin
penas ni glorias, le daban un aire melancólico que pocas veces se ve a simple
vista.
Aquella mañana, le había cambiado el turno a un
compañero.Por alguna razón, tuve el presentimiento de que no debía hacerlo, que
no debía ir, y creo que mi esposa lo comprendió, porque me pidió que no
vaya. "Yo no creo en esas cosas", pensé, y sin más me levanté y fui a trabajar.
No había demasiado que hacer en un cementerio de pueblo, más
cuando no queda casi nadie porque se marcharon, supersticiosos todos ellos. Esa
estupidez del embrujo del cementerio había espantado a todo el pueblo. Decidí
salir a caminar entre las calles de la ciudad de los muertos, donde soy rey sin
corona.
Sentía una extraña sensación de bienestar y a la vez de que
se me escapaba el alma mientras caminaba. Todas esas lápidas decían frases
hipócritas, intentando resumir una vida en dos líneas.Todas puras mentiras.Una
vida no son dos líneas.
Entretenido en mis pensamientos me detuve frente a una tumba
recién hecha. No creía lo que veía. Yo no la había cavado, y era imposible que
alguien más lo hubiese hecho, porque estaba completamente solo. Quise gritar, pero
solo emití un débil sonido. Quise correr, pero no podía moverme. Levanté la vista
y vi con horror mi nombre grabado en una lápida, salida de la nada. Se podía
leer claramente Josef K.
Mis ojos se cerraron con pesadez, mis rodillas se hicieron
de lana, tuve mucho sueño. Sentí mi caída sobre una suave cavidad de tierra.
No era una mañana particular. Era sólo una triste mañana
gris en un triste pueblo en un triste otoño fuera de estación. No era una mañana
particular, pero era buena para morir.Y eso hice.
(Trabajo realizado en clase de Lengua y Literatura en el año 2009 en base a la lectura de "Un sueño" de Franz Kafka)
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