domingo, 14 de julio de 2013

Calle Abismo

Hoy te vi.
Luminosa, radiante. Sonriendo ruborizada, como una niña avergonzada. Tenías el cabello recogido en una cola de caballo que se balanceaba al caminar. Vestías jeans y un abrigo verde. Llevabas tu bolso verde, siempre fijándote en los pequeños detalles.
Caminabas por la calle, estabas hablando con alguien que iba a tu lado.

Hoy te vi. Y estabas acompañada por un muchacho; uno más alto, más flaco, más elegante, más lindo que yo. Él reía al escucharte. Siempre fuiste graciosa, muy ingeniosa para los chistes; siempre tuviste un gran sentido del humor. Él se reía y te miraba. Te miraba como yo, viéndote brillar como un diamante, siendo lo más bello que había en el mundo y lo único importante en la vida. Vos caminabas como siempre, a tu propio ritmo y sin prestar atención al paso de la multitud. Marcando tu ritmo, ese que él seguía a tu lado. Ese que quisiera seguir yo. Desde la vereda de enfrente me vi a mí mismo viéndote, con una sonrisa triste e idiota. Sonrisa por estar viéndote, triste por haberte perdido e idiota por no haberlo evitado. Y mientras, escuché el sonido de algo que se rompía. Miré para abajo, hacia mi pecho. Y lo comprendí. Levanté la cabeza y hundí la nariz en el aroma de la calle, de la vida que pasaba a mi alrededor, del pan de la panadería, del suavizante de ropa de la lavandería. Del café del bar, de la basura de la esquina. La vida estaba sucediendo a mi alrededor, con el ir y venir de la gente. Y entre esa gente estabas vos y estaba él; y estaban juntos.

Hoy te vi. Te vi reír a causa de la risa que provocaste en otro. Y en ese momento, comprendí que eras feliz sin mí, que mi trabajo estaba terminado. Que yo busqué siempre tu felicidad, tu paz. Mientras te veía caminar, vi tu sueños, tus esperanzas, tus alegrías flotando a tu alrededor. Vi todo lo que habías perdido por mí, por estar pendiente de mis expectativas, de mis miedos, de mis locuras, de mis enfermedades, de mis bajones, de mi hambre y mi frío. Vi que lo recuperaste todo y más. Sentí el alivio de que el objetivo de mi vida estuviese completo, de que ya mi misión esté cumplida. Me di media vuelta y cambié mi destino. Le di la espalda al amor que conocí, que viví, que respiré; le di la espalda a lo mejor que tuve en la vida y crucé la calle. Y ya no te vi más, pero me llevé el recuerdo de la sonrisa que yo te había borrado y hoy te devolvieron.

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