Toqué el cielo con la punta de los dedos cada vez que me agarró de la mano. Sentí cómo mis preocupaciones se desvanecieron cada vez que me besó. Me deshice en sus brazos cada vez que me abrazó. Vi cómo mis sueños y proyectos crecieron y se multiplicaron al compartirlos con esa persona. Sentí cómo me perdí cuando descubrí que esa persona y yo ya no caminábamos por el mismo sendero. Tuve que aprender a ser yo sola de vuelta. Tuve que aprender que yo valgo la pena aunque para él no haya sido así. Tuve que reorientar mi vida a otras cosas porque cuando se fue se llevó todos mis sueños y metas con él.
Sentí cómo mis manos tenían tanto que dar. Sentí que mi cuerpo tenía infinitas formas de entrelazarse con el suyo. Mi guía eran esos ojos brillantes y vivaces. Sentí que mi lugar estaba donde fuera que estuviese ese alguien. Di todo lo que tenía y todo lo que era. Le ofrecí el mundo a cambio de una sonrisa. Di lo mejor de mí en todas las circunstancias. Sentí sus logros y sus pérdidas como propias, y así las reí o lloré. Proyecté un futuro en conjunto y sonreí ante esa idea. Atesoré cada momento vivido por más trivial que fuese. Lloré hasta deshidratarme cuando me rompió el corazón. Lo miré a los ojos y le dije que me rompió el corazón. Le dejé llevarse lo mejor de mí cuando se fue. Le dejé atormentarme con los recuerdos de los tiempos felices.
Y así y todo estoy orgullosa de decir que fue amor. Nada más ni nada menos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario